jueves, 16 de junio de 2011

La expulsión de los moriscos de España

El orígen de los llamados moriscos y la «Expulsión» es el término empleado por los historiadores para expresar la ejecución de la orden real de 1609: La palabra «expulsión» refuerza el concepto de «destierro», de lanzar fuera de su tierra, y de «exilio», instalación en un lugar alejado de ella”. El 9 de abril de 1609, Felipe III de España decretó la expulsión de los moriscos (expulsión que no se lleva a cabo hasta el año 1616), descendientes de la población de religión musulmana convertida al cristianismo por la pragmática de los Reyes Católicos del 14 de febrero de 1502. La decisión de expulsar a los moriscos vino determinada por varias causas entre ellas, el intento de acabar con el pensamiento crítico que hacía tiempo corría por Europa sobre la discutible cristiandad de España por la permanencia de algunas minorías religiosas. Con esta decisión se acababa con el proceso homogeneizador que había comenzado con la expulsión de los judíos y ratificar la cristiandad de los reinos de España. Aunque esta no era la opinión popular que sólo la veía con cierto resentimiento por competencia de recursos y trabajo. Los moriscos o musulmanes convertidos a la religión cristiana, sufrieron una importante marginación, en especial por su cultura particular, que les convertía en blanco de las asechanzas de una población, la cristiana, que siempre les tildó de falsos cristianos. El siglo XVI supuso para el morisco un confinamiento según el cual ninguno de ellos podía acceder al antiguo reino de Granada bajo severísimas penas. La obligación de emplear la lengua castellana, no pudiendo en modo alguno hablar o escribir en árabe, supuso también un importante desarraigo para este sector de la población. De igual modo, la obligación de vestir a la usanza de los cristianos viejos, abandonar las antiguas costumbres y ritos, equivalía a la disolución de una población morisca que, finalmente, terminó siendo expulsados del reino a comienzo del siglo XVII.

La expulsión de los moriscos, es decir, de la minoría musulmana que vivía en España como legado de la España árabe, constituye uno de los temas capitales de la historia de España. La tolerancia religiosa que había caracterizado la Edad Media, expresada por el mozarabismo y el mudejarísmo fue sustituida, con el advenimiento de los tiempos modernos, por la tendencia asimiladora de los Reyes Católicos y de los primeros Austrias. Al fracasar la asimilación ganó cuerpo la idea de la expulsión, decretada por Felipe III en 1609. Desde una perspectiva moral la expulsión de los moriscos fue un acto de barbarie e intransigencia religiosa, modelo de operación política cruel, de actitud al mismo tiempo defensivo e intransigente, y de eficacia burocrática en la ejecución de la voluntad soberana. Aproximadamente, 112.000 personas fueron echados de su país por la sencilla razón de que eran diferentes: hablaban otra lengua, tenían otras costumbres y adoraban al mismo dios de forma distinta, constituyeron una comunidad cultural segregada, reducida y marginada. La pérdida demográfica fue terrible y la repoblación tardó cerca de un siglo en llenar parcialmente aquel vacío. En el orden económico se vio privada la nación de la población más útil, productora y contribuyente.

Por extensión, se denomina también «moriscos» a los que fueron expulsados de España y a sus descendientes, especialmente en el Magreb. La palabra «moro» proviene del latín maurus, que designaba en época romana a los habitantes del Magreb central y occidental actuales (zonas costeras de Marruecos y de casi toda Argelia), las provincias romanas de la Mauritania Tingitana (capital: Tánger, en Marruecos) y Mauritania Caesariensis (capital: Cherchel, en Argelia). Pero las crónicas europeas medievales no suelen llamar «moros» a los musulmanes hasta las invasiones magrebíes en Al-Andalus de las dinastías beréberes de almorávides y almohades, en los siglos XI-XIII. La denominación «moro» pasará a calificar, desde esa época hasta nuestros días, a todo lo «no-cristiano», con cierta agresividad: los «moros y cristianos»; los «moros en la costa»; el niño «moro» o no bautizado, etc. El término «morisco» designa, por tanto, a los individuos de un grupo social muy determinado, en época moderna, para diferenciarlo de otros musulmanes, aunque su etimología ilumina el origen más complejo de esta palabra.

A principios del siglo XVII los moriscos constituían minorías de importancia considerable en Valencia, Aragón y Murcia. En la Corona de Aragón los moriscos constituían un porcentaje apreciable de la población total. Su expulsión supuso una disminución importante de la población activa, y de la mano de obra especializada en esos reinos, generando, al principio, reacciones contrarias a la expulsión. En Valencia, donde los moriscos eran muy abundantes, controlaban la actividad agraria de las comarcas de secano y de algunos regadíos, como los de Játiva y Gandía. A pesar de las protestas la expulsión se cumplió, con graves consecuencias para la economía y la población. Los moriscos (palabra que deriva de moro) fueron los españoles musulmanes bautizados tras la pragmática de los Reyes Católicos del 14 de febrero de 1502. En 1491 Boadil, último rey nazarí, capitula ante los Reyes Católicos y negocia la entrega de Granada el 25 de noviembre. Inmediatamente después de la entrada de los Reyes Católicos en Granada comenzaron una labor de conversión por métodos pacíficos.

Durante la primera mitad del siglo XVI hubo cierta tolerancia. La autoridad reprobaba esta fidelidad al Islam que combatía mediante la Inquisición y la toleraba al mismo tiempo, esperando la conversión. Con el motivo del levantamiento de las Alpujarras, los cristianos aprovecharon para afirmar que los musulmanes habían quebrantado el pacto alcanzado en 1491; por ello dictaron la Pragmática de 14 de febrero de 1502, que ordenaba la conversión o expulsión de todos los musulmanes del reino de Granada, exceptuando a los varones de menos de catorce años y las niñas menores de doce, antes de abril del citado año. Esta Pragmática supuso un quebrantamiento de los compromisos firmados por los Reyes Católicos con el rey Boabdil en las Capitulaciones para la entrega de Granada, en las que los vencedores castellanos y aragoneses garantizaban a los musulmanes granadinos la preservación de su lengua, religión y costumbres. En 1566, Felipe II prohibió, aleccionado por Diego de Espinosa, el uso de la lengua árabe, de trajes y ceremonias de origen musulmán. Al tratar de aplicarse este decreto, se produjo la rebelión de la Alpujarra (1568-1571), bajo el mando de ABEN HUMEYA. Dominada la revuelta, los moriscos granadinos fueron deportados hacia La Mancha y Castilla la Vieja. A finales del siglo XVI, la población morisca en los reinos peninsulares ascendía a unas 275.000 personas. En varias ocasiones se pensó en decretar su expulsión, pero la medida se pospuso debido a las presiones de la nobleza aragonesa y valenciana, beneficiados de este régimen de semiesclavitud.

Finalmente, Felipe III decretó la expulsión en 1609. La expulsión se lleva a cabo hasta el año 1616. En esa fecha, termina la existencia de los mudéjares en España pero no de los moriscos, que son expulsados o trasladados. El término morisco se impone de manera absoluta a partir de 1570. Antes existía todo un elenco de denominaciones: cristianos nuevos de moro, cristianos nuevos de morisco, simplemente cristianos nuevos o nuevamente convertidos.


Fuente: www.abogae.com

No hay comentarios: