jueves, 16 de junio de 2011

MUDÉJARES Y MORISCOS

R.H. Shamsuddín Elía

Los mudéjares (del ar.: mudayyan = domesticado, domeñado), eran los musulmanes de los reinos hispanos medievales a quienes se les permitía quedarse en su lugar de residencia, bajo determinadas condiciones. Esta categoría comenzó a ser común a partir de la toma de Toledo en 1085. A partir de ese momento existió la condición de mudéjar, pero no la denominación. En los documentos oficiales o privados, escritos en latín y en romance que hacen referencia a los mudéjares, se ignora absolutamente dicho término, se habla de forma imprecisa de moros o sarracenos. Las morerías y aljamas en ese tiempo van a ser algo así como ghettos de las ciudades cristianas, acentuándose con ello el aislamiento de los mudéjares. En el siglo XV, la política de los reyes de Castilla y Aragón se tornó violentamente represiva, especialmente con la llegada a Granada del cardenal inquisidor Francisco Jiménez de Cisneros (1436-1517). Cisneros impuso la cristianización de los musulmanes por la fuerza, inició persecuciones, ordenó la quema de ocho mil manuscritos islámicos en la puerta de Bibarrambla, en el acceso a la Alhambra, en 1499, y expulsar a quienes no se convirtieran al cristianismo. Por esa época había dos clases de musulmanes: los unos eran mudéjares viejos, y los otros, los granadinos, nuevos o moriscos. El sociólogo norteamericano Noam Chomsky, nos dice al respecto: “En 1492, la comunidad judía de España fue expulsada por la fuerza. Millones de moriscos tuvieron el mismo destino. En 1492, la caída de Granada, que puso fin a ocho siglos de soberanía musulmana, permitió a la Inquisición española ampliar su bárbaro dominio. Los conquistadores destruyeron libros y manuscritos estimables, riquísimos testimonios del saber clásico, y destruyeron la civilización que había florecido bajo el dominio musulmán, mucho más tolerante y más culta. El camino quedó allanado para el declive de España, y también para el racismo y la brutalidad de la conquista del mundo” (N. Chomsky, Año 501. La conquista continúa, Libertarias, Madrid, 1993, pág.12).

Los conquistadores españoles repetirían esos crímenes en América contra las espléndidas y sapientísimas culturas indígenas mesoamericanas, como en el caso de la destrucción de los códices mayas por Fray Diego de Landa ( 1524-1579).

El mudejarismo será el movimiento artístico hispanomusulmán bajo dominio cristiano, que florecerá en España desde el siglo XIII al XVI, y en sus colonias hasta principios del XIX con la denominación de “Colonial”. Hoy día, podemos apreciar las iglesias mudéjares a lo largo y a lo ancho de toda América Latina, desde Cuba hasta el norte argentino, como la bellísima catedral de la Virgen de la Candelaria, en la población de Copacabana a orillas del Lago Titicaca, a más de 3.800 metros sobre el nivel del mar, construida entre 1610 y 1620.

Fuente: www.identidadandaluza.wordpress.com

La expulsión de los moriscos de España

El orígen de los llamados moriscos y la «Expulsión» es el término empleado por los historiadores para expresar la ejecución de la orden real de 1609: La palabra «expulsión» refuerza el concepto de «destierro», de lanzar fuera de su tierra, y de «exilio», instalación en un lugar alejado de ella”. El 9 de abril de 1609, Felipe III de España decretó la expulsión de los moriscos (expulsión que no se lleva a cabo hasta el año 1616), descendientes de la población de religión musulmana convertida al cristianismo por la pragmática de los Reyes Católicos del 14 de febrero de 1502. La decisión de expulsar a los moriscos vino determinada por varias causas entre ellas, el intento de acabar con el pensamiento crítico que hacía tiempo corría por Europa sobre la discutible cristiandad de España por la permanencia de algunas minorías religiosas. Con esta decisión se acababa con el proceso homogeneizador que había comenzado con la expulsión de los judíos y ratificar la cristiandad de los reinos de España. Aunque esta no era la opinión popular que sólo la veía con cierto resentimiento por competencia de recursos y trabajo. Los moriscos o musulmanes convertidos a la religión cristiana, sufrieron una importante marginación, en especial por su cultura particular, que les convertía en blanco de las asechanzas de una población, la cristiana, que siempre les tildó de falsos cristianos. El siglo XVI supuso para el morisco un confinamiento según el cual ninguno de ellos podía acceder al antiguo reino de Granada bajo severísimas penas. La obligación de emplear la lengua castellana, no pudiendo en modo alguno hablar o escribir en árabe, supuso también un importante desarraigo para este sector de la población. De igual modo, la obligación de vestir a la usanza de los cristianos viejos, abandonar las antiguas costumbres y ritos, equivalía a la disolución de una población morisca que, finalmente, terminó siendo expulsados del reino a comienzo del siglo XVII.

La expulsión de los moriscos, es decir, de la minoría musulmana que vivía en España como legado de la España árabe, constituye uno de los temas capitales de la historia de España. La tolerancia religiosa que había caracterizado la Edad Media, expresada por el mozarabismo y el mudejarísmo fue sustituida, con el advenimiento de los tiempos modernos, por la tendencia asimiladora de los Reyes Católicos y de los primeros Austrias. Al fracasar la asimilación ganó cuerpo la idea de la expulsión, decretada por Felipe III en 1609. Desde una perspectiva moral la expulsión de los moriscos fue un acto de barbarie e intransigencia religiosa, modelo de operación política cruel, de actitud al mismo tiempo defensivo e intransigente, y de eficacia burocrática en la ejecución de la voluntad soberana. Aproximadamente, 112.000 personas fueron echados de su país por la sencilla razón de que eran diferentes: hablaban otra lengua, tenían otras costumbres y adoraban al mismo dios de forma distinta, constituyeron una comunidad cultural segregada, reducida y marginada. La pérdida demográfica fue terrible y la repoblación tardó cerca de un siglo en llenar parcialmente aquel vacío. En el orden económico se vio privada la nación de la población más útil, productora y contribuyente.

Por extensión, se denomina también «moriscos» a los que fueron expulsados de España y a sus descendientes, especialmente en el Magreb. La palabra «moro» proviene del latín maurus, que designaba en época romana a los habitantes del Magreb central y occidental actuales (zonas costeras de Marruecos y de casi toda Argelia), las provincias romanas de la Mauritania Tingitana (capital: Tánger, en Marruecos) y Mauritania Caesariensis (capital: Cherchel, en Argelia). Pero las crónicas europeas medievales no suelen llamar «moros» a los musulmanes hasta las invasiones magrebíes en Al-Andalus de las dinastías beréberes de almorávides y almohades, en los siglos XI-XIII. La denominación «moro» pasará a calificar, desde esa época hasta nuestros días, a todo lo «no-cristiano», con cierta agresividad: los «moros y cristianos»; los «moros en la costa»; el niño «moro» o no bautizado, etc. El término «morisco» designa, por tanto, a los individuos de un grupo social muy determinado, en época moderna, para diferenciarlo de otros musulmanes, aunque su etimología ilumina el origen más complejo de esta palabra.

A principios del siglo XVII los moriscos constituían minorías de importancia considerable en Valencia, Aragón y Murcia. En la Corona de Aragón los moriscos constituían un porcentaje apreciable de la población total. Su expulsión supuso una disminución importante de la población activa, y de la mano de obra especializada en esos reinos, generando, al principio, reacciones contrarias a la expulsión. En Valencia, donde los moriscos eran muy abundantes, controlaban la actividad agraria de las comarcas de secano y de algunos regadíos, como los de Játiva y Gandía. A pesar de las protestas la expulsión se cumplió, con graves consecuencias para la economía y la población. Los moriscos (palabra que deriva de moro) fueron los españoles musulmanes bautizados tras la pragmática de los Reyes Católicos del 14 de febrero de 1502. En 1491 Boadil, último rey nazarí, capitula ante los Reyes Católicos y negocia la entrega de Granada el 25 de noviembre. Inmediatamente después de la entrada de los Reyes Católicos en Granada comenzaron una labor de conversión por métodos pacíficos.

Durante la primera mitad del siglo XVI hubo cierta tolerancia. La autoridad reprobaba esta fidelidad al Islam que combatía mediante la Inquisición y la toleraba al mismo tiempo, esperando la conversión. Con el motivo del levantamiento de las Alpujarras, los cristianos aprovecharon para afirmar que los musulmanes habían quebrantado el pacto alcanzado en 1491; por ello dictaron la Pragmática de 14 de febrero de 1502, que ordenaba la conversión o expulsión de todos los musulmanes del reino de Granada, exceptuando a los varones de menos de catorce años y las niñas menores de doce, antes de abril del citado año. Esta Pragmática supuso un quebrantamiento de los compromisos firmados por los Reyes Católicos con el rey Boabdil en las Capitulaciones para la entrega de Granada, en las que los vencedores castellanos y aragoneses garantizaban a los musulmanes granadinos la preservación de su lengua, religión y costumbres. En 1566, Felipe II prohibió, aleccionado por Diego de Espinosa, el uso de la lengua árabe, de trajes y ceremonias de origen musulmán. Al tratar de aplicarse este decreto, se produjo la rebelión de la Alpujarra (1568-1571), bajo el mando de ABEN HUMEYA. Dominada la revuelta, los moriscos granadinos fueron deportados hacia La Mancha y Castilla la Vieja. A finales del siglo XVI, la población morisca en los reinos peninsulares ascendía a unas 275.000 personas. En varias ocasiones se pensó en decretar su expulsión, pero la medida se pospuso debido a las presiones de la nobleza aragonesa y valenciana, beneficiados de este régimen de semiesclavitud.

Finalmente, Felipe III decretó la expulsión en 1609. La expulsión se lleva a cabo hasta el año 1616. En esa fecha, termina la existencia de los mudéjares en España pero no de los moriscos, que son expulsados o trasladados. El término morisco se impone de manera absoluta a partir de 1570. Antes existía todo un elenco de denominaciones: cristianos nuevos de moro, cristianos nuevos de morisco, simplemente cristianos nuevos o nuevamente convertidos.


Fuente: www.abogae.com

El problema morisco en Sicilia

En el período posterior a la expulsión de los Moriscos, es el tribunal de Sicilia el que lleva la palma en número de procesos, con un total de 261 causas

Varias obras de historiadores antiguos o recientes han estudiado la presencia del Islam en Sicilia; sin embargo, todos hacen caso omiso de un aspecto de esta presencia: la de los llamados «Moriscos», es decir de estos musulmanes convertidos en España al cristianismo y luego expulsados, como consecuencia del fracaso de la conversión. Hemos encontrado la huella de estos Moriscos estudiando los procesos inquisitoriales conservados en el Archivo Histórico Nacional de Madrid (1); efectivamente la Inquisición los persiguió por seguir siendo fieles al Islam.

Es de notar que, en su lucha contra el «Mahometismo», el tribunal del Santo Oficio de Sicilia ocupa el cuarto lugar, en cuanto se refiere al número de procesos (763), después del de Valencia (2744), Zaragoza (2668), y Granada (1635) (2).

Sin embargo, si consideramos ahora más precisamente el período posterior a la expulsión de los Moriscos, es el tribunal de Sicilia el que lleva la palma con un total de 261 causas, lo que quiere decir que en Sicilia se planteó el problema con gran intensidad y siguió planteándose cuando ya casi no lo era en España.

En efecto, por su situación geográfica y su población cosmopolita, Sicilia está en relación estrecha con el mundo musulmán. Allí, pues, la Inquisición se mostrará particularmente celosa por ser la isla el punto de contacto directo entre el mundo cristiano y el mundo turco-magrebí (3).

Pero desde ahora, hay que dar una precisión: todos los procesos por islamismo no se refieren a Moriscos. A tres grupos persigue el Santo Oficio: primero a los llamados «renegados»; son los más numerosos. Segundo a los «Cristianos Nuevos de Moros o de Turcos». Es el segundo grupo en importancia numérica. En fin a los llamados «Moriscos» propiamente dichos. El primer proceso referente a uno de ellos es de 1547, y el último, de 1639. El número total de Moriscos procesados es de 63 personas, el de Cristianos Nuevos, de Moros o Turcos, de 150 personas, y el de los renegados de 550. Notemos que, a veces, hay interferencias entre los tres grupos. A los unos como a los otros, se les nombra en ocasiones «cristianos renegados»; es el caso por ejemplo de Hernando de Villanueva (4), a pesar de ser Morisco oriundo de Tabernas, en el reino de Granada. De la misma manera, se dirá de otros que son «de raza de Moros», siendo ellos nativos de Aragón (5). Eso nos prueba que lo que interesaba a la Inquisición era luchar contra el Islam representado por renegados, Cristianos Nuevos, y Moriscos.

Nos interesa aquí esencialmente el tercer grupo, el de los Moriscos, procedentes de España, pero no se puede prescindir totalmente del segundo, ya que es para Sicilia lo que es el Morisco para España: un Cristiano Nuevo de Moro (así se llamaron en un primer tiempo los Moriscos en España). Además, precisemos que, si no encontramos más Moriscos después de 1639, es porque éstos han perdido ya su apelativo, y porque la generación siguiente no menciona ya su origen hispánico, por haber nacido en el Magreb o en otra región islámica.

Cristianos Nuevos de Moros o Turcos y Moriscos tienen un mismo problema: se encuentran en Sicilia en contra de su propia voluntad; y para resolverlo van a intentar por todos los medios regresar a tierra del Islam.

Un esquema tipo de esta empresa se deduce de varios procesos6. Primero son los preparativos. No suele ser empresa personal sino de varios: uno roba una barca, otro una sábana, que servirá de vela, y otros vendrán con algunas provisiones. Si se les sorprende, resisten y se defienden con espadas. La huida, por más seguridad, se emprende de noche; tienen la esperanza de llegar a las costas de Túnez a la noche siguiente, y mejor para ellos si encuentran barcos turcos o franceses que vayan hacia allá. En caso de captura, los guardias los entregan a la Inquisición, interpretándose su huida como un deseo de apostasía. Los reos, en su defensa, dirán que no podían soportar las sevicias de su amo, y que no deseaban más que ser «hombres libres». Uno se expresa así: «Que los pájaros procuraban su libertad, huyéndose de las jaulas». Además, muchos pretenden que se dirigen hacia Roma.

En esto interviene la Inquisición, que quiere conocer las motivaciones profundas de la huida; y en este caso preciso, muchas veces se votará el tormento: «Se votó fuese puesto a questión de tormento ad arbitrium sobre la intención». El resultado más frecuente es que el acusado confiese que quería irse a Berbería «a tornarse moro».

Otro punto de contacto entre el grupo de los Cristianos Nuevos de Moros y los Moriscos es su situación social. En su gran mayoría son esclavos, con algún porcentaje de libertos. Pero se les suele casi siempre nombrar en relación con sus amos. Si los primeros fueron tomados en acciones guerreras (se nombran varias batallas, como Lepanto, Gelves...) o en corso, y luego no resistieron las presiones que se les hacía para convertirse, los segundos vinieron con sus amos desde España, donde fueron esclavizados sea por haber participado en alguna de las sublevaciones moriscas, esencialmente en la guerra de las Alpujarras o en los levantamientos coetáneos de la expulsión, sea por haber venido en corso en las costas de España. A otros se les llama «Moriscos de los Expulsos»: son los que salieron en el momento de la expulsión general y las circunstancias varias de la vida los trajeron hasta aquí (7). Entre ellos, algunos se establecieron en un primer tiempo en Argel o en Túnez, y luego vinieron en corso con otros musulmanes. Éstos, al ser procesados, intentarán siempre esconder su origen morisco para no incurrir en la acusación de apostasía. A algunos de ellos se les sacó, después de una denuncia, de las galeras de Sicilia, donde cumplían su pena civil, para incoar un proceso inquisitorial contra ellos «por haber vuelto a practicar los ritos de la secta de Mahoma».

¿Cuáles son las penas que reciben los Moriscos, y a qué delitos corresponden? Numerosos son los condenados a galeras. Esta observación vale para los Moriscos como para los Cristianos Nuevos, los renegados, o cualquier persona cogida en corso. En este caso, el castigo de la Inquisición, no hacía más que corroborar el fallo del tribunal civil. Leemos en uno de los procesos: «En esto de las galeras, no hay que hacer mucho reparo, porque de verdad, se ponen más por formalidad de la sentencia que por castigo. Porque todos estos renegados que vienen en corso tienen galeras perpetuas por ley real y observancia deste reyno, y aunque no se les hubiera dado el tribunal, no por eso dexarán de tenerlas, pues leída la sentencia, se habían de restituir a las galeras, de donde se sacaron, y en ellas es fuerza que sean galeotes de por vida según el orden del rey» (8).

Además, se les dan penitencias espirituales y se les viste el sambenito, que quitarán antes de subir al barco. En un primer tiempo, se les obligaba a llevarlo en las mismas galeras, pero los galeotes o lo tiraban al mar, o lo desgarraban, o los demás compañeros hacían escarnio a la cruz de San Andrés dibujada en él.

En el caso de huida hacia tierras del Islam, el reo abjuraba y se le reconciliaba. Además, para la ejemplaridad del caso, se le azotaba por las plazas y calles de Palermo, y se pregonaba el motivo del castigo. En caso de circunstancias agravantes, se le condenaba a penas de galeras, de tres a siete años.

Como en la península, se aplican las distintas penas previstas para los delitos que se solían reprochar a los Moriscos, siendo el principal el haber vuelto al Islam. En este caso, se les reconciliaba, se les daba penitencia y se les imponía el hábito. En la mayoría de los casos, un sacerdote estaba encargado de su enseñanza religiosa.

Encontramos también los procesos habituales por bigamia, hechicería o blasfemia. Estos últimos son muy numerosos, y las blasfemias cobran una particular virulencia. Sin saberlo quizás, van en contra de las creencias tradicionales del Islam, que ve en Cristo un profeta y en María una persona excelsa, y exclaman: «Mal haya Cristo cornudo, y Nuestra Señora puta barragana, que sea matada».

Estos procesos son muy interesantes por los datos que nos ofrecen en cuanto a la vida de estos Moriscos. El relato que hacen de su vida ajetreada es para el historiador de un interés máximo. Ellos mismos nos dan detalles sobre su vida anterior en España, y siempre la presentan como una vida islámica, pero oculta: uno de ellos nos cuenta que sus padres, en Valencia, habían convertido la parte subterránea de su casa en mezquita, donde acudían los vecinos a rezar.

La lectura de estas causas nos permite además conocer mejor sus andanzas por el mundo mediterráneo a partir del momento de la expulsión. Algunos casos llaman particularmente nuestra atención como el de Juan Camar, de oficio arriero, que compareció espontáneamente ante el tribunal, que le hizo contar su vida: había sido llevado con otros Moriscos a Argel, donde estuvo año y medio en servicio de un turco, «haciendo vida de Moro con sus cerimonias, yendo a la mezquita por cumplir con ellos y porque no le hiziesen mal». Cuenta que allá se echó un bando para que todos los Moriscos que habían venido de España se retajasen so pena de ser esclavos. Él cumplió el bando, aunque tenía intención de volver a tierra de cristianos, porque su madre, Cristiana Vieja —antes casada con un Morisco— se había quedado en España. Se embarcó en un bajel con ocho ingleses y un flamenco, y otros renegados. Pero en el trayecto, los ingleses se hicieron señores del bajel y, al llegar a Malta, vendieron a los Moros como esclavos; de allí, fue traído a Palermo y vendido. El tribunal tuvo con él las audiencias ordinarias, e hizo las diligencias para saber su intención. Se votó que fuese absuelto «ad cautelam», se confesase y dijese «la corona de Nuestra Señora» los domingos y fiestas durante seis meses y ayunase los viernes (9). Bien podemos suponer que intentó regresar a España.

Otro caso interesante es el de Catalina Barón, natural de Bellús, en el reino de Valencia (10). Ha sido denunciada por un primo hermano suyo, natural del mismo pueblo, Morisco, y, como ella, esclavo; pero el amo de Catalina acaba de libertarla y concederle un pasaporte para ir a Túnez, «sin pagar aduana ni otro derecho alguno»; para obtener tal facilidad, no confesó su origen; siempre dijo desde su llegada a Sicilia que era mora. Pero no contaba con la acusación de su propio primo ni con los testimonios de las vecinas, que contaron al tribunal las confidencias de la rea. En un primer tiempo, se votó su relajación, por ser pertinaz; pero después hubo nuevo fallo, dijo que se convertía, y obtuvo la reconciliación. El relato que hace de su vida es muy curioso: cuando la expulsión, se embarcó con su marido en el puerto de Cartagena de donde pasó a Orán. Allí, antes de emprender el camino por tierra argelina, fue raptada por el gobernador de la galera, quien, al cabo de cierto tiempo, la regaló a otro patrón, y éste la trajo a Palermo, donde la tuvo por esclava algún tiempo. Después, pasó al servicio del marqués de la Mota, que la libertó, como se ha dicho.

Estos dos ejemplos que acabamos de comentar nos muestran que los Moriscos son seres dotados de una doble personalidad, y según las circunstancias, los vemos inclinarse hacia un lado u otro. Uno viene a confesarse espontáneamente, otro denuncia a su correligionario, otro en fin, queda firme en su fe islámica, y hace todo lo posible para volver con los suyos. La señal de esta doble personalidad aparece en los dos nombres que suelen tener los acusados: así, Catalina de Barón se hace llamar Zara.

Los procesos de Inquisición nos han mostrado que hubo un problema morisco en Sicilia; existió con ciertas características particulares. Nunca tuvo la misma importancia que en España. Gracias a estas relaciones de causas, tenemos pruebas de la presencia morisca en Sicilia. No se puede cifrar esta población; sin embargo, con las alusiones repetidas, podemos afirmar que fue una de las componentes del cosmopolitismo de la isla. Por ejemplo, en 1551, se lee en un proceso de un tal Alí que «llevaba Moriscos Cristianos a Túnez a los tornar Moros». Varias veces, se hace esta prohibición a los condenados: «No deben relacionarse con Moros o Moriscos». En la causa contra Catalina de Barón ya citada, leemos: «En esta ciudad (Palermo), hay algunos Moriscos que son Cristianos baptizados y viven como Moros, y se llaman nombre de tales, y así mismo mujeres moriscas...». Esta población vivía más bien en las ciudades marítimas que en los pueblos del interior. En las visitas que hacían los Inquisidores por los valles, no encontraron Moriscos.

En conclusión, el problema morisco en Sicilia es fundamentalmente el mismo que en España: es un conflicto de civilizaciones. Este conflicto, por ser escaso el número de Moriscos, es en sí menos agudo (no hay peligro para los cristianos de sublevación morisca como en Aragón o en Valencia). Pero al mismo tiempo, se tiene allí una conciencia más política del problema por la situación misma de Sicilia, situada en la zona conflictiva. La represión inquisitorial contra los Moriscos no será más que uno de los aspectos del enfrentamiento con el Islam.

Fuente: webislam.com

MORISCOS EN FRANCIA, ITALIA, ÁFRICA SUBSAHARIANA Y LA INDIA

Fuera ya del vasto Imperio Otomano, pero no ajenos a su influencia política, algunos moriscos se instalaron en países europeos africanos y asiáticos. No fueron,

seguramente, más que grupitos de familias, consecuencia de traslados masivos o de aventuras personales.

En Francia y en Italia, la presencia de los moriscos se debió al paso obligado de esos «cristianos nuevos de moros», en, una etapa primera de su expulsión. Ya se ha visto que las medidas decretadas por las autoridades españolas preveían un cierto trato más favorable si se dirigían a tierras cristianas, como pedían los propios moriscos, para así poder llevarse a los niños de corta edad. Quizás, en muchos casos, pedían pasar a países cristianos para poder practicar la religión cristiana o evitar vivir en países islámicos, que la propaganda española les había presentado como nefastos.

El caso de los moriscos del África subsahariana se trata simplemente de las consecuencias de la expedición militar marroquí al Sudán, a finales del siglo XVI. Los

moriscos en el Océano Índico son navegantes, que trabajan por aquellos mares.

No hay que excluir la presencia de moriscos expulsados y de sus descendientes en otros países, europeos o afroasiáticos. En países europeos está documentada al menos la presencia de Al-Háyari Bejarano en los Países Bajos o Estados Generales de Holanda, con una embajada marroquí encargada de defender los intereses de ciertos moriscos; él mismo cuenta que mantuvo conversaciones teológicas con eruditos cristianos y que mantenía correspondencia, a lo largo de su viaje, con diversas comunidades de moriscos en el exilio. El episodio literario del morisco Ricote, que vuelve a España con un grupo de romeros o peregrinos alemanes y se hace lenguas sobre la libertad religiosa en aquel país centroeuropeo, según Cervantes en El Quijote, tiene todos los visos de ser una creación literaria, pero puede tener un fundamento histórico.

Es hipotética, pero plausible, la presencia de moriscos en otros países periféricos del mundo islámico, en Asia o en África.

Moriscos en Francia

El tema de los moriscos en Francia tiene dos vertientes: el de su paso masivo por el país vecino de España, en el momento de la expulsión, y el de la instalación definitiva en ese país de algunas familias, después del embarque de la mayoría de los exiliados hacia países islámicos (especialmente hacia Túnez, Argel, Salónica y Estambul).

El continuo goteo de moriscos que emigran de España hacia los países islámicos, especialmente a través de Marsella, es un hecho bastante documentado, a lo largo de todo el siglo XVI. A principios del XVII y ante la amenaza de una previsible expulsión general, algunas familias se adelantan a los acontecimientos y organizan su éxodo por Francia. Suelen ser familias acomodadas, como los Compañero, de Aragón. Se puede sospechar que otros personajes muy ricos que se encontrarán en el Magreb en las décadas ulteriores, como el propio Mustafá de Cárdenas, habían pasado a tierras islámicas con grandes riquezas, antes de la expulsión general. En Marsella, Jerónimo Henríquez o Riques era «procurador general de los moriscos que han pasado al reino de Francia», según un documento francés de 1611, pero ya actuaba en los años que precedieron a la expulsión: seguramente negociaba sobre todo en favor de sus compatriotas pudientes, comerciantes como él, víctimas de atropellos diversos en aquel país.

Para ese éxodo tendrán dos caminos: el terrestre, con itinerarios bien documentados, por el sur de Francia y el norte de Italia, para embarcar en Venecia hacia Estambul y los territorios orientales del Imperio Otomano; el marítimo, desde Marsella u otros puertos del sur de Francia, embarcando para Argel, Túnez y otros puertos del Magreb.

El carácter tradicional de ambos itinerarios explica que en el momento de la expulsión se utilizaran de nuevo, a gran escala, para las masas de los expulsos. La intervención del sultán de Estambul ante las autoridades de Francia y de Venecia se debió a los problemas específicos que suponía el desplazamiento de tan importantes contingentes de viajeros.

Lapeyre y Louis Cardaillac han estudiado detenidamente todos los problemas que planteó, para los moriscos y para los franceses, el paso de aquéllos por el sur de Francia. Estos problemas pueden resumirse en los puntos siguientes:

- Antecedentes políticos de la alianza entre los moriscos -especialmente los aragoneses- y las autoridades francesas -especialmente los protestantes de Navarra contra las autoridades españolas.

- Apoyo del rey de Navarra Enrique IV, convertido en rey de Francia, al éxodo de los moriscos y a su instalación en tierras francesas.

- Transformación de la política francesa para con los moriscos, dificultándoles la instalación y organizando su traslado a territorios islámicos.

- Itinerarios desde el paso de los moriscos de la Corona de Castilla por el País Vasco, hasta su embarque por la costa atlántica o por la costa mediterránea atravesando todo el sur de Francia.

- Pleitos y conflictos en los que se vieron envueltos, con despojos varios y con castigos, a veces ejemplares, de autoridades y marinos franceses que les habían

despojado.

- Problemas de sanidad pública, de rechazo popular y de gastos públicos que trajo consigo el paso de los moriscos. Finalmente, la mayor parte de los moriscos fueron embarcados, ya sea desde puertos atlánticos del País Vasco, como San Juan de Luz, o mediterráneos del Languedoc (Agde) o de Provenza (Marsella). Hubo particular interés en no dejar en territorio francés ninguna familia o grupo de familias: a partir de 1611 no se dejó entrar a ningún navío con expulsados de España y se embarcó a los que se iban encontrando, como a los 70 moriscos que se hallaban en la localidad de Ollioure.

Pero algún historiador advierte que algunas familias se establecieron en diversas ciudades de Provenza, donde trabajaron en sus oficios, sea alimentando gusanos de seda, sea haciendo tejas y otras ocupaciones que habían ejercido en España (Honoré Bauche).

De hecho, unos moriscos de Francia pasan a Túnez en 1630, veinte años después de la expulsión: son Arnaud, de Bovorne, el ceramista Alfonso de Luna, de Toulon, Pierre Couscouilla, de La Verdière, y vanos moriscos más, que pasaban en un barco francés, que había sido atacado por un barco de marinos de Salé, también moriscos.

Por eso se han emprendido recientemente nuevas investigaciones sobre moriscos que habrían quedado en territorio francés. Ya se han obtenido algunas informaciones, tanto en Provenza (Marsella), como en Aquitania (Burdeos). Una importante documentación de hacia 1668, estudiada por Turbet-Delof, menciona a familias de moriscos instalados en Francia (hasta en Guyena y Normandía) y bastante enraizados en el país, que pasan al Magreb (Argel, Túnez y Trípoli) con mujeres e hijos de origen francés y no morisco español. Serían descendientes de moriscos que habían conseguido escabullirse de las medidas de expulsión de Francia, quizás porque se habían aislado individualmente de las masas de emigrantes. Es de esperar que las actuales investigaciones de Vincent y sus discípulos abran nuevos campos al conocimiento de las instalaciones de moriscos en Francia.

Moriscos en Italia

La Península Italiana del siglo XVI no tenía la unidad política de los siglos XIX y XX. Estaba constituida por territorios políticamente muy diferenciados, de los que los principales eran los dependientes de la Monarquía española (Nápoles, Milanesado y las islas de Sicilia, Malta y Cerdeña), los Estados Pontificios, el Gran Ducado de Toscana, la República de Venecia, Génova, etc.

El paso de los moriscos por Italia y su eventual instalación será, pues, muy diferenciado también. La poca documentación conservada sobre los exiliados da una visión parcial del episodio italiano de la expulsión, complementarlo del que ya se sabe de otros países, especialmente de Francia.

Las relaciones de los moriscos con Italia tienen dos aspectos diferentes: la península será tierra de paso en su exilio, para algunos de ellos, y será lugar de múltiples relaciones mediterráneas, en las décadas que siguieron a la expulsión, pero a partir de los territorios islámicos donde se habían instalado definitivamente.

Se han hecho ya numerosas referencias a los itinerarios terrestres de los moriscos que se dirigían desde España a Constantinopla, embarcándose en Venecia, aun antes de la expulsión de 1609-1614. Atravesaban Francia y el norte de Italia, haciéndose pasar por peregrinos: «diréis que vais a Loreto», el santuario mariano cerca de la costa del Adriático. En Venecia se embarcaban. En 1608, cuatro familias de moriscos murcianos se habían embarcado fraudulentamente en Alicante; llegaron a Venecia y de allí a Estambul (Constantinopla). Muchos preferían la vía terrestre, por la inseguridad marítima y por no poder sufragar los gastos del embarque, según carta del sultán otomano Ahmad I al Doge de Venecia (1614).

Tanto Venecia en el Adriático, como Génova, Liorna (Livorno) y Civitavecchia, en el Tirreno y mar de Liguria, fueron los primeros puertos de destino italianos para los moriscos que querían salir para tierras cristianas, aunque luego se dirigieran a Constantinopla. A fines de 1610 el virrey de Valencia se ufanaba de haber dirigido a 388 moriscos hacia Génova y 134 sevillanos habían tenido el mismo destino, en febrero de ese mismo año.

Pero ya a fines de 1610 los puertos cristianos del Mediterráneo empezaron a poner toda clase de reparos en recibir a moriscos. Un barco francés que había cargado a bordo a 113 personas, en Cádiz, para llevarlos a Liorna, desembarcó en Salobreña, so pretexto de que en toda Francia, Génova y Italia ni en Liorna no les quieren recivir y en llegando al puerto los desvían a cañonazos.

A mediados de 1611 ya se sabía que aunque dijeran que iban a Italia, iban directamente a Berbería, es decir al Magreb islámico. Eso es probablemente lo que pasó con los moriscos catalanes enviados en un barco francés que salía de Barcelona hacia Liorna, en 1611, o con el envío hacia Italia de los moriscos múrcianos refugiados en Mallorca, en abril y agosto de 1614. También hacia Italia fue dirigido un importante grupo de 480 moriscos desembarcados en Marruecos, que se habían refugiado en la plaza portuguesa de Tánger, descontentos de la acogida en ese país, en junio de 1611.

Un caso especial de acogida de moriscos en Italia fue el del Gran Duque de Toscana Cóssimo de Médicis, que al principio les acogió para dedicarles a regenerar la agricultura de algunas de sus tierras, especialmente las pantanosas zonas costeras de sus estados. Su puerto de Liorna, que era una encrucijada comercial en el Mediterráneo, vio desembarcar a tres mil familias de moriscos. Pero éstos no quisieron dedicarse a la agricultura en esas circunstancias, alegando en particular que ellos no eran labradores sino comerciantes. Se volvieron a embarcar, especialmente para Argel.

Esta idea de hacer colonias agrícolas con los moriscos expulsados volvió a surgir unos años después en Italia, en 1619, cuando un obispo que quería salvar las almas de los que estaban en Argel ya que «permanecían cristianos en el fondo de su corazón» presentó un proyecto de instalarlos en la Apulia, en los alrededores del puerto de Bari, en la costa adriática. Quizás también había allí marismas pantanosas que desecar, problema agrícola general en las costas italianas, para el que no se encontraba mano de obra suficiente, debido también a lo insalubre de esas marismas.

Es preciso observar que los moriscos expulsados de España fueron destinados muchas veces a tareas agrícolas, como colonias compactas, tanto en países cristianos (Toscana, Apulia), como en países musulmanes (Argel, Annaba, Túnez, Adana, Trípoli…). Se pensaba que generarían riqueza, como fuerza productiva en el sector primario, como lo hacían en ciertas regiones españolas.

Por ahora sólo hay una mención a la instalación de ciertos moriscos de Ávila en el Ducado de Mantua, en el valle del Po.

La presencia de moriscos en los territorios italianos de la Monarquía española ha sido tratada en la introducción de este libro. Algunos habían estado en Italia como

soldados de los ejércitos españoles: es el caso de un morisco que dominaba por eso el italiano y que pasará a Marruecos, donde hará de intérprete en relaciones diplomáticas con Inglaterra.

Hay mucha documentación sobre moriscos esclavos o procesados por la Inquisición en los territorios españoles de Italia. Al-Háyari Bejarano escribe que el médico andalusí hâyy Yúsuf le había dicho que había en Malta 5.500 musulmanes, de los que 50 eran andalusíes. También están documentados moriscos esclavos en Cerdeña, en Sicilia, en Liorna.

En esta última ciudad portuaria se hace mucho comercio con los puertos magrebíes y en esas operaciones comerciales aparecen andalusíes. También el rico morisco tunecino Alí El Sordo mantiene estrechas relaciones comerciales con Italia, especialmente con los genoveses del enclave de Tabarka, arrendado por Génova a las autoridades tunecinas para la pesca del coral: será el representante de los genoveses en Túnez. En la documentación comercial aparecen moriscos o andalusíes residentes en Palermo, en Malta o en Liorna, que no parecen esclavos o cautivos.

En la documentación inquisitorial estudiada por Cardaillac no aparecen moriscos a partir de 1639, probablemente porque se han asimilado a la población cristiana, si han permanecido en los territorios italianos, o porque no se identifican ya como españoles, sino como musulmanes de sus nuevas patrias, para no verse acusados de ser apóstatas o ex-cristianos, por haber sido bautizados en España aunque luego habían sido expulsados por musulmanes. Hay que tener en cuenta también que «morisco» o «moresco» en italiano no sólo designa a los moriscos españoles, sino a todo lo que llamaríamos ahora «magrebí», musulmán del Norte de África.

Hay que mencionar, finalmente, dos curiosas presencias moriscas en la capital de la Cristiandad católica, en la Roma de los Papas.

La primera es la de algunos eclesiásticos de origen morisco, como el jesuita padre Casas, que fue profesor y traductor de árabe durante algunos años y fue encargado de misiones especiales al Líbano y Egipto. Era granadino y tuvo bastante peso en la política islámica de la Santa Sede. Murió en Valladolid.

La otra presencia morisca es por algunos libros en castellano y con escritura latina, de moriscos de después de la expulsión, que se conservan en bibliotecas italianas: en la Vaticana o en la Casanatense, de Roma, o en la Biblioteca Universitaria, de Venecia. No es fácil determinar la fecha ni la forma en que entraron esos manuscritos moriscos en esos fondos italianos.

Moriscos en el África subsahariana y en la India

A lo largo de la Edad Media, numerosos andalusíes habían viajado por el África subsahariana, haciendo comercio. Algunos de ellos han dejado constancia escrita de sus viajes y de las características más notables de los países que visitaron. Son testimonio de la capacidad de desplazamiento que ofrecían esos países para los musulmanes mediterráneos. No es, pues, de extrañar que algunos moriscos también viajaran por esas tierras, aunque no haya quedado por ahora ningún testimonio específico de estos últimos andalusíes.

Ya en el siglo XIV, el andalusí Ishaq Ibn-Ibrahim As-Sáhili, poeta y arquitecto, había sido contratado por el emperador mandinga, a quien había conocido con ocasión de la Peregrinación a los lugares santos de Arabia. Sería el creador de un estilo arquitectónico particular llamado «sudanés» (hay que tener en cuenta que en árabe Sudán significa «tierra de negros» en general, es decir, toda el África subsahariana, y no sólo los estados o países que modernamente han tomado esa denominación). Ishaq As-Sáhili es el ejemplo mismo de cierta movilidad, por razones económicas o laborales, en todo el mundo islámico.

Pero la presencia masiva más importante de los moriscos o andalusíes en el África subsahariana es consecuencia de la expedición militar marroquíde finales del siglo XVI a los territorios ribereños del río Níger. En la actual República del Mali, especialmente en las ciudades de Gao y Tombuctú, sus descendientes mantienen las tradiciones y el orgullo de ser andalusíes.

Finalmente hay que mencionar a dos moriscos en el Océano Índico, que sirven de intérpretes y negociadores entre portugueses y españoles y autoridades musulmanas de la India. A principios del siglo XVI se trata del granadino Sidi Alí Al-Tortu (El Tuerto), mediador con Alburquerque, y más tarde de otro Sidi Alí, que sabe muy bien el castellano.

Estos moriscos en Asia meridional son, por ahora, los representantes documentados más alejados del exilio morisco, el de antes y el de después de la gran

expulsión de 1609-1614.


Fuente: Identidad Andaluza
www.identidadandaluza.wordpress.com

Otros apellidos relacionados al Burnus Arabe

Berneo, Berneio (Portugal), Sberna (Italia)

Relación del Burnus Arabe (capa) con apellidos de España, Italia y Francia

Capa o manto con su capucha, generalmente utilizado por los campesinos Bereberes y Arabes del norte de Africa, pudo haber ingresado a Sicilia con la Corona de Aragón de España, siglos XV-XVI. Derivados: Sbernia, Albernia, Bernusso (Italia), Burnus, Al-Burnus (Tunez, Argelia,etc.), Albornoz, Bernia (España), Berne, Sbernie (Francia).

lunes, 1 de septiembre de 2008

El origen morisco del gaucho



LOS MORISCOS, DE A CABALLO POR LA PAMPA

Por el Prof. R. H. Shamsuddín Elía

Las primeras corrientes moriscas se asentaron en el Río de la Plata durante los siglos XVI y XVII. Entre otras cosas, acercaron la cultura ecuestre y el origen de la palabra gaucho.
Nuestra tesis, fundamentada en una extensa y pormenorizada bibliografía, es que el gaucho tiene su origen en la civilización de Alándalus, la España musulmana (711-1492), cuna de los pueblos iberoamericanos, de la que recibimos legados como el idioma castellano en su versión andaluza, con el seseo (pronunciar un sonido silbante s en vez del sonido ce) y el yeísmo (que consiste en pronunciar la ll como la y: sonando igual en "llave" o en "yerba", tan común entre los rioplatenses), ambos de origen morisco.Con la palabra moriscos (1) se designa comúnmente a los musulmanes del reino nazarí de Granada (rendido por Boabdil a los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492) que, tras la rebelión del barrio del Albaicín (1501), fueron obligados a convertirse al cristianismo (2).Esta denominación igualmente le sería aplicada a los mudéjares (del árabe mudayyan: "los que se quedaron", o Ahl ad-Dayn: "Gente que permanece, que se domeña"; por extensión, "domesticados", "domeñados"): los "moros sometidos" en los reinos hispanocristianos a partir del siglo XI, quienes disfrutaron de períodos de tolerancia bajo la égida de soberanos como Alfonso X el Sabio (1221-1284) y Pedro I el Justiciero (1334-1369). Éstos desarrollarían un arte que transformó los perfiles de la España cristiana y sería la base fundamental del llamado "arte colonial español" en América (3).Tras la fracasada rebelión de 1568 -ahogada en sangre por Felipe II y su hermanastro Juan de Austria-, la nobleza de España, más germánica que española, obsesionada por la "pureza de sangre" y el miedo a una sublevación de los moriscos apoyada por los turcos otomanos (4), presionó al rey Felipe III para que procediera a la expulsión masiva de los moriscos. La operación se llevó a cabo entre 1609 y 1614 (5). Los moriscos entonces se asentaron en el Norte de África (Marruecos, Argelia y Túnez). Algunos se quedaron viviendo en España y Portugal, fingiendo ser cristianos nuevos o gitanos, pero permaneciendo fieles a la fe islámica (6). El resto emigró a América en similares condiciones de clandestinidad.Los moriscos que vinieron a América llegaron mimetizados con los conquistadores y huyendo del estigma impuesto por el inquisidor. Aquí forjaron culturas ecuestres: la de los gauchos (Argentina, Uruguay y Brasil), huasos (Chile) y llaneros (Colombia y Venezuela), con múltiples influencias en la música, costumbres y estilos, desde el folclore argentino a la escuela tapatía mexicana. Éstas simbolizaron su fe, su tradición y sus tremendas ansias de independencia y libertad. También construyeron iglesias, catedrales y residencias mudéjares que todavía nos asombran, pequeñas Alhambras que tuvieron como magnífico marco una nueva y pletórica geografía acunada entre los Andes y el Caribe (7).El tradicionalista y jurisconsulto argentino Carlos Molina Massey (1884-1964), que ha estudiado el origen del gaucho, se pregunta: "Los ocho siglos de conquista mora habían puesto su sello racial característico en la población íbera: el ochenta por ciento de la población peninsular llegada a nuestras playas traía sangre mora. El gaucho fue por eso como un avatar, como una reencarnación del alma de la morería fundiéndose con el alma aborigen en el gran ambiente libertario de América" (8).
La etimología de la palabra "gaucho"
Entre el riquísimo y vasto legado andalusí también figura la palabra "gaucho". El jurisconsulto de origen francés y gauchófilo por excelencia Emilio Honorio Daireaux (1843-1916) hace esta reconstrucción: "En la época de las primeras poblaciones en América la dominación de los Árabes en España había terminado por la expulsión o la sumisión; muchos de estos vencidos emigraron. En la pampa encontraron un medio donde podían continuar las tradiciones de la vida pastoril de sus antepasados. Fueron los primeros que se alejaron de las murallas de la ciudad para cuidar los primeros rebaños. Tan cierto es esto que á muchos usos y artefactos allí empleados se les designa con palabras árabes, al pozo, palabra española, se le nombra jagüel, desinencia árabe, y a la manera árabe sacan los pastores el agua. Gaucho es una palabra árabe desfigurada. Es fácil encontrar su parentesco con la palabra "chauch" que en árabe significa conductor de ganados. Todavía en Sevilla (en Andalucía), hasta en Valencia, al conductor de ganados se le nombra chaucho" (9).
Los descubrimientos de Federico Tobal
El primer gran teórico sobre los orígenes hispanoárabes del gaucho fue el jurisconsulto, escritor y periodista Federico Tobal (1840-1898). Dice Tobal: "El traje del gaucho no es más que una degeneración del traje del árabe y aún los dos hombres se confunden al primer aspecto. El chiripá, el poncho, la chaqueta, el tirador, el pañuelo en la cabeza y bajo el sombrero, no son más que modificaciones de las piezas del vestido árabe, pero modificaciones ligeras y que no constituyen un traje aparte como el nuestro europeo. (...) Todo en el gaucho es oriental y árabe : su casa, su alimento, su traje, sus pasiones, sus vicios y virtudes y aún sus creencias. (...) Interminable sería agotar esta tesis. Las cosas, los hechos y los accidentes de relación que constatan el origen se ofrecen por doquiera. La semejanza es tan viva que basta la más ligera atención para percibirla. Ella nos sigue como la sombra sigue al cuerpo y va estampada hasta en la etiqueta (...) Por mayor que sea la indolencia en que haya caído el gaucho, carecerá de árboles o de huerto su hogar, pero no carecerá del pozo que es la cisterna (jagüel o aljibe) para las frecuentes abluciones, alta necesidad de sus costumbres que se nota especialmente entre los pueblos paraguayo y correntino y que no es ciertamente de origen indio" (10).
Los gaúchos del Brasil
Con el devenir se fueron sumando los investigadores que acreditaron la estirpe andalusí del gaucho. Manoelito de Ornellas (1903-1969), por ejemplo, un etnógrafo y estanciero brasileño, escribió a principios de la década de 1950 varias monografías eruditas probando similares carismas en el gaúcho riograndense (25).Y es que el gaucho moruno nunca fue una exclusividad rioplatense o de las pampas de Argentina, Uruguay y Brasil, sino de América toda, desde los valles de Chile hasta los praderas de California y México, pasando por los inmensos llanos del Orinoco en Colombia y Venezuela, con todas sus denominaciones afines e idóneas: el huaso (26), el llanero (27) y el charro (28).
Los huasos de Chile
Así, como se puede comprobar la influencia árabe y morisca en los gauchos de las pampas argentinas, uruguayas y brasileñas, también se comprueba "en la vestimenta y atuendo del huaso chileno, en la ornamentación de sus estribos y espuelas pletóricas de arabescos, en su forma de cabalgar "a la jineta", en sus juegos y alegrías, en el romance español conocido de "corrido", al igual que en el Andaluz. Una curiosa "jarcha" de la última estrofa de una muwashshaha (moaxaja) del cancionero árabe popular del siglo IX, que se encuentra en la compilación y restauración realizada por el profesor Sayed Ghazi, en su obra "Diván de Muwashshahas Andaluzas", nos presenta el cuadro plástico coreográfico del hombre y la mujer en la cueca... La importancia de esta jarcha árabe consiste en ser parte de un conjunto de cantos y bailes populares, lo que nos haría suponer el origen árabe-andaluz de la cueca. Al respecto cabe señalar que la etimología de la palabra cueca nos indicaría la posibilidad de un origen árabe de este baile: cueca, zamacueca y su viable conexión con el término árabe samakuk que origina el español zamacuco (29): malicioso, hombre rudo, nombre derivado del verbo árabe Kauka, que señala la acción seductora que realiza el gallo para conquistar a la gallina, que, coincidentemente, conllevaría el simbolismo de la cueca... (30) Otra muestra de la impronta de la cultura árabe en la nuestra lo constituye una gran variedad de juegos ecuestres practicados en la colonia, como lo son el correr de la sortija, las cañas, el juego de los patos, las carreras, y muchas derivaciones de éstos, magníficamente descritos en la obra de don Eugenio Pereira Salas, "Juegos y Alegrías Coloniales en Chile" (31).
Una historia inédita pero perceptible
Alándalus fue una civilización privilegiada que se fundó gracias al mestizaje de múltiples pueblos y tradiciones. Desde un primer momento los bereberes y árabes musulmanes recién llegados empezaron a casarse con mujeres hispánicas (hispanorromanas, celtíberas, godas). El resultado es un tipo admirable de cultura que, propiamente debe llamarse andalusí. Cuando esos hispanomusulmanes fueron conquistados por sus vecinos del norte de la Península -transformándose primero en mudéjares y luego en moriscos- y forzados a emigrar, muchos vinieron a América en condiciones de clandestinidad. Allí se produciría un nuevo y generoso mestizaje, esta vez con las mujeres aborígenes, cuya culminación es el biotipo del gaucho, del huaso, del llanero, con sus señas moriscas, pero también con todas sus nuevas adquisiciones y originalidades propias de América.Lo que queremos puntualizar aquí no es que los jinetes de las pampas o de los llanos fuesen de raza árabe, eso sería un error tan grande como decir que los andalusíes también lo eran (las razas no existen, sí los lenguajes y las culturas), sino que los gauchos, huasos, llaneros o charros eran portadores de una herencia que -muchas veces a pesar de ellos mismos- le marcaba pautas de conducta, de costumbres, de pensamiento.Todas las citas y fragmentos que hemos venido enumerando hasta ahora nos demuestran fehacientemente, que no fueron los inmigrantes sirios y libaneses -mayormente llegados al Río de la Plata a partir de 1900- los primeros en señalar las señas mudéjares de ese biotipo de las pampas -consecuencia del mestizaje de indias y moriscos, o de la inmigración de moriscos de puro linaje como los maragatos (32) -, sino los argentinos de pura cepa o incluso los extranjeros, en su mayoría europeos, que tuvieron la fortuna de conocer en persona a los últimos gauchos que aún montaban a la jineta y usaban pañuelos como albornoces bajo sus sombreros.Las limitaciones de este artículo no permiten profundizar ciertos temas vinculados directa o indirectamente con los orígenes hispanomusulmanes de las culturas ecuestres de América. Uno es el caso de los moriscos en el Perú, como "las tapadas de Lima", que menciona el historiador y filólogo español Américo Castro (1885-1972) (33), que dieron lugar a una riquísima cultura de mestizaje, y en México, donde el influjo morisco se proyectó desde Chiapas hasta las septentrionales costas de California (34). Otro es el profundo monoteísmo entroncado con la más pura tradición musulmana que trasunta el Martín Fierro, la "Biblia Gaucha" del poeta José Hernández, y las mil y una tradiciones mimetizadas en la cultura argentina que deberán ser develadas más tarde o más temprano.
El Origen del Gaucho
Muy al principio, ocurrió que los Conquis-tadores Españoles trajeron especialmente a la zona del Río de la Plata, numerosos Moriscos y Andaluces en general (mezcla de Españoles y Moros), como soldados Los Moriscos, eran los Moros de España y Portugal, cristianizados en su gran mayo-ría por la fuerza, pero en realidad eran falsos cristianos (les denominaban “cristia-nos nuevos”), ya que fingían para evitar persecuciones, discriminaciones, torturas físicas y psíquicas, expulsiones, y a veces hasta la muerte. Algunos pocos se conver-tían realmente al cristianismo. Podemos citar entre los principales Conquistadores que los trajeron, a Solís, Gaboto, Irala, Pizarro, Pedro de Mendoza, Jerónimo Luis de Cabrera, etc. Luego, sucedió que muchos de esos sol-dados Moriscos y Andaluces en general desertaron, por causa de injusticias, maltratos, mal pagados, y otros diversos motivos. Entonces ocurrió que huían a caballo al desierto, o sea a la inmensidad de la pampa Bonaerense. De allí, mucho des-pués se extendieron por todo el país, pero andaban siempre de un lado para otro, esquivándole a las autoridades. Eso explica la vida seminómada forzada que tenían que hacer, los que resultaban de esa mane-ra, los primeros gauchos, que tenían gene-ralmente origen Hispanomusulmán, aun-que sus descendientes paulatinamente se fueron haciendo cristianos. Era absoluta-mente necesario ese tipo de vida, para evitar ser aprehendido por los militares. Aparte de esa causa, téngase en cuenta también el origen árabe nómade de sus ancestros que vivían en el desierto del norte de Africa. De manera que había además una tendencia innata. No les costó mucho adaptarse a esa situación. A esos desertores del ejército, cosa que sucedió durante muchísimos años, se agreGaron miles de Moriscos durante toda la colonización Hispánica, como se apreciará más adelante. No eran por lo tanto Españoles de la peor calaña, criminales, ladrones, asaltantes, extraídos de las cárceles de la península Ibérica. Aparte de los Moriscos mercenarios que querían huir del “infierno cristiano de la inquisición”, pueden haber extraído de las cárceles, soldados, militares, guerreros moros presos por la guerra con los Españo-les Cristianos, pero eso nada tiene que ver con la “leyenda negra” sobre todo del impe-rialismo Británico, con lo cual pretendían desprestigiar a España. La consecuencia de esa leyenda negra recayó sobre el criollo y el gaucho, y hasta hoy se aprecia tal problema en nuestra Identidad Nacional, agregando a ello el marginamiento causado por los Gobiernos Unitarios del siglo XIX que tanto defendían lo Europeo y despreciaban lo nacional Argentino, incluso al gaucho, como ya se explicó en notas anteriores. Después, entre 1580-1585 y 1609, durante el reinado de Felipe II, el gran inquisidor de España, en la época en que se unió Portugal a España, huyeron de Portugal a América, principalmente a Brasil, miles de Moriscos. Estuvieron un cierto tiempo, y luego fueron expulsados justamente por ser falsos cristianos, huyendo a la parte norte del actual territorio que ocupa la Argentina. También huyeron muchos judíos “falsos cristianos”, pero éstos no escapaban a caballo por los campos, no hacían vida nómade, y fueron perseguidos en nuestro territorio, disparando continua-mente de una región a otra, y a distintos países Sudamericanos, donde los volvían a expulsar una y otra vez. Hubo muchos de ellos que fueron encarcelados y hasta arrojados vivos a la hoguera de la inqui-sición en Lima, Perú (Libro titulado “500 Años de Historia Argentina”; Fundación de Ciudades; Dirección Félix Luna; Edit. Abril; Año 1988; Florida, Pcia. de Bs. As.). Pero esto es otro tema que no tiene na- da que ver con el que tratamos en la presente nota (es solamente a manera de ilustración). Los primeros Moriscos que vagaban por la pampa, a caballo, por lógica se mesti-zaron con mujeres aborígenes. Los que vinieron posteriormente, se mestizaron también con mujeres hijas de colonizadores Españoles, y algunos, con mujeres negras Africanas. ¿COMO VENÍAN LOS MORISCOS? Veamos lo que dicen algunos libros como el titulado “Lucía Miranda”; autor Eduado Mansilla de García; Edición Año 1933 (págs. 113/114): Según el Gobernador del Río de la Plata, Diego Valdez, que infor-maba al Rey de España en los primeros decenios del siglo XVII, los traficantes de seres humanos traían en forma clandes-tina en numerosos navíos, muchísimos negros Africanos, Moriscos y también Judíos. Esas naves eran generalmente Portuguesas, pero había también Españo-las, Inglesas y de otras nacionalidades, que merodeaban la costa Atlántica. Además, traficaban con los aborígenes, llevándose cueros y caballos principalmente, por sencillos cuchillos y otras mercancías, aprovechando a desembarcar “mucha de la gente perdida” de que habló Hernandarias (o sea los Moriscos). Por supuesto que esos traficantes les cobraban fuertes sumas de dinero a los Moriscos y Judíos para traerlos en los “barcos piratas”, y había funcionarios de Portugal, España y del Río de la Plata que cobraban coimas, haciendo “la vista gorda”. El tráfico humano ocurrió más o menos hasta 1810, y la prueba de esto está en que Manuel Belgrano y Vieytes, citaron este problema en los diarios de la época, como “El Telégrafo Mercantil”, “El Semanario de Agricultura y Comercio”, etc. El primero en ver a los Moriscos a caballo en la pampa y denunciar su presencia en nuestro país, fue Hernandarias, primer Gobernador del Río de la Plata (hasta 1618), quien escribe al Rey de España en 1617, diciendo que encontro’ muchos Moriscos (les decían “gente perdida”), que tienen su sustento en el campo, dedicados a las vaquerías (caza de vacas), “tendiendo a ser chácaras” (Hernandarias vivió entre 1564 y 1634 aproximadamente). Diego de Góngora, Gobernador del Río de La Plata, presentaba sus quejas al Rey de España, alertando “que se multiplicaban los Moriscos en la pampa, con el constante aporte de náufragos, desertores del ejército, aparte de los que venían en barcos clandes-tinos que los traían cobrando una buena cantidad de dinero”. A los Moriscos les decían en esa época, “Maturrangos” (y a los Judíos, “Matuchos”). Durante el reinado de Fellipe III de España fueron expulsados, entre 1609 y 1614, mucho más de 500.000 Moriscos dese país. Muchos huyeron a Marruecos, pero muchos aparecieron en ambas márgenes del Río de la Plata, para iniciar una nueva vida. Después de 1614, durante toda la colonización hispánica, siguió la afluencia de miles de Moriscos en el Río de La Plata. Fueron numerosos los escritores argentinos que reconocieron el origen Morisco directo y cercano del gaucho. Los Moriscos que fueron expulsados de Aragón (España), significaron un verda-dero desastre económico para esa región, ya que sumaban el 20% de su población, y eran el pilar fundamental de su economía agraria. Así ocurrió también en la mayoría de las regiones de España y Portugal. Ese problema influyó notable-mente en la decadencia de España. En el mismo libro citado “Lucía Miranda”, se narra el siguiente episodio: “Gaboto, zarpa del puerto de Cádiz, España, con una flotilla de tres buques y 200 personas. A cargo de una de las naves va el 2º Oficial Sebastián Hurtado con su esposa; Lucía Miranda, morisca, natural de Murcia, España; su padre y cinco familias amigas. En mayo de 1526, navegaron el Río Paraná y a la altura de lo que los aborígenes Timbúes denominan Carcarañá, desembarcan y levantan el Fuerte Sancti Spiritu, quedando a cargo de Hurtado y 76 hombres. Gaboto prosigue la navegación. No pocos componentes de la tripulación eran Españoles de origen musulmán”. La mayor parte de lo expresado, princi-palmente en el subtítulo “¿Cómo venían los Moriscos?”; la mención de los Conquis-tadores que los trajeron; y lo relatado en el libro “Lucía Miranda” sobre el viaje de Gaboto por el río Paraná, ha sido extraído del sitio web del Centro Islámico Argentino (www.centroislamico.org.ar), publicado en la Revista “Voz del Islam” Nº46 en su artículo “Los Moriscos de a Caballo por las Pampas”. LOS MARAGATOS Son descendientes de una inmigración Bereber (no eran árabes) que ingresó a España desde el norte de Africa. Provienen de la población de Al-Maragat (en árabe significa caverna, gruta). Un grupo de ciudadanos de allí se sumó a un contingente de 18.000 hombres que entró en España en el año 712. Parece que son una mezcla de Bereberes Musulmanes y Godos Cristianos que convivieron en España. Los Maragatos se afincaron desde un principio en tierras de León, España, en un área montañosa que sería llamada “La Maragatería”, al SO de laciudad de León. Siglos más tarde, pasan a Portugal y luego a las Islas Azores. Des-pués, durante los siglos 17 y 18, llegaron a la zona del Río de la Plata en Sud Amé-rica, numerosas familias de Maragatos de León, procedentes del puerto de La Coruña, España, y otras tantas familias provenientes de las Islas Azores. Se radicaron principalmente en los Departa-mentos de Soriano y San José, de la Banda Oriental (Uruguay). También en algunas partes de Brasil, y luego en Argentina. Fueron excelentes arrieros. Pronto desarrollaron éste y otros oficios camperos, como la artesanía. A fines del siglo XVIII, serán identi-ficados con los gauchos de la región. Ellos impusieron algunas pilchas gauchas, como el calzoncillo cribado con flecos. Estos son datos extraídos del libro “Voz del Islam” Anuario 2006; Propietario: Centro Islámico de la República Argen-tina; Director: Omar Ahmed Abboud; Secretario de Redacción: Ricardo H. Elía; sitio web: www.centroislamico.org.ar. DE NUESTRA REDACCIÓN Por Carlos Alberto Del Pin/ Director El Rey de España insistía en que los Cabildantes expulsaran a los Moriscos, pero eso nunca pudo concretarse. Por eso se explica el tipo de vida seminómada del gaucho que siempre andaba a caballo de acá para allá, cambiando continuamente de lugar, y se lo acusaba de vago, bárbaro, incivilizado, etc. Por eso se explica que siempre las autoridades fueron perse-cutorias del gaucho, desde un principio, y aun después de la independencia Argen-tina, aunque en ese entonces se sumaron a la persecución de carácter social, las persecuciones de carácter político y hasta cultural, interviniendo además, la prolongada guerra civil entre Unitarios y Federales, con sus consecuencias. No olvidemos que el gaucho siempre fue marginado, y que muchos estancieros del siglo XIX contribuyeron a eso, no otorgán-doles generalmente trabajo permanente (era por muy poco tiempo), de manera que continuamente tenían que vagar por el campo en busca de algún trabajito, si tenían la suerte de encontrarlo. Sobre-vino después una suerte de persecuciones e injusticias, las famosas levas, los casti-gos físicos (el cepo, los latigazos, etc.), las necesidades por falta de trabajo, y demás. Eso prolongó el tipo de vida seminómada que ciertas autoridades denominaban “Vagancia”, y hasta fue causa en muchos casos, de la delincuencia pampeana. En el Río de la Plata, Los Moriscos encontraron un cierto alivio a las persecuciones y torturas, pero seguían fingiendo ser cristianos y ocultaban en lo posible su Identidad en muchos aspectos, para evitar esas barbaridades por parte de los que se decían Cristianos y “civilizados”. En la península Ibérica los Cristianos les hacían la vida imposible, en todo sentido. Imposiciones religiosas Cristianas por la fuerza, imposiciones culturales, de usos y costumbres, les despreciaban hasta sus comidas típicas, gustos, juegos y diversiones. Querían hacerles un cambio de mentalidad total. Los Moriscos muchas veces agachaban la cabeza ante imposiciones de los Cristia-nos, pero algunos eran frontales y enton-ces sufrían las penurias consecuentes. EL GAUCHO Y EL ABORIGEN Son dos personajes completamente dife-rentes, aunque muchos gauchos tuvieran desde un principio o en el transcurso del tiempo, alguna mezcla con el aborigen, sobre todo en el siglo XIX (no olvidemos que había gauchos criollos puros, gauchos mestizos con el aborigen, y gauchos mulatos, pero no todos los criollos puros, mestizos y mulatos eran gauchos, como se explicó en notas anteriores. La mentalidad de unos y otros era com-pletamente diferente. Igualmente el tipo de vida, usos y costumbres, la cultura (salvo algunos elementos que los gauchos asimilaron del aborigen, y algunos ele-mentos que los aborígenes asimilaron del gaucho), etc. Mucho después de la independencia Argentina, se fue tergiver-sando -intencionalmente unos y por ignorancia otros- esa realidad que está bien documentada en nuestra historia, como para sepultar todo vestigio Morisco en nuestro gaucho y en nuestra población criolla en general, seguramente por un fanatismo religioso incomprensible de aquella época, y comenzó en cierto momento a rodarse la idea del origen exclusivo y directo del gaucho, del Español Cristiano (general-mente Gallego y Vasco) mestizado con el Aborigen, ignorando totalmente al Morisco, porque éste fue perseguido por la inquisición, y se quiso ocultar todo. Esa idea de mestizaje mencionada es totalmente falsa. Por supuesto que hubo también mestizos de Gallegos y Vascos Cristianos con Aborígenes, pero no originaron al gaucho neto de vida seminómada, o sea el verdadero gaucho motivo de este tema. También existieron los agauchados. No olvidemos que también existió el paisano o paisano gaucho, de vida completamente sedentaria, con otras costumbres y hábitos de trabajo, con otra mentalidad y completamente distinto al gaucho neto. No tenía el fanatismo por la tradición, la cultura gaucha en general, el concepto de la vida, de la amistad, del universo, etc., propio del gaucho neto de antaño. Tampoco era levantisco contra las autoridades y un sin fin de cosas más, que eran características de este último. Este tema ya ha sido desarrollado en notas precedentes. Ver el sitio web www.revistaidentidad.com.ar

sábado, 30 de agosto de 2008

Banderas de Italia (versión islámica), Andaluza y Beréber


Los "Vascos" descienden de tribus "bereberes" (norteafricanos), que pertenecían al ejército de Anibal, 20.000 hombres que lo abandonaron mientras cruzaban los Pirineos, al enterarse de que Anibal los conducía a Roma a enfrentarse con los romanos.Se establecieron en tierras celtas, concretamente en las montañas, donde hacían una vida propia de los nómadas, ya que al no poseer mujeres, ni tierras productivas, bajaban a las tierras llanas donde los celtas vivían y les robaban y raptaban a sus mujeres, volviendo después a sus escondites en las inóspitas montañas. El pueblo vasco-bereber no es el pueblo más antiguo de Iberia, solo tiene unos 2.200 años, posterior a Iberos y Celtas, de orígen africano y no europeo, que con su agresividad acabaron desplazando y ocupando los territorios de pueblos celtas que vivían en ellos con anterioridad.Los vascos hoy en día nos quieren hacer creer qeu son el pueblo más antiguo de España y de Europa.Existen hallazgos arqueológicos tanto de Celtas como de Iberos, pero no de los vascos, esos "barscunes", como los llamaban los celtas (los uqe viven en lo alto, en las montañas).Evidentemente hay muchas más razones que afirman esta historia:* Las palabras y formas gramaticales provientes del Bereber, del guanche y de Egipto, en el Euskera.* Los vascos en su mayoría son "RH Negativo", como los bereberes.* La similitud en el cráneo, entre vascos y los del Norte de África y Oriente Próximo.
FAMILIAS TETUANÍES DE ORIGEN ANDALUSÍ. HASNA DAOUD.
(Conservadora de la biblioteca Daoudia Tetuán)
Familias tetuanies andalusíes que han conservado su apellido español, apartando la trascripción del nombre como se pronuncia en árabe:
1- Abril = Abril2- Acevedo = Zbida3- Algaida= Algaida4- Alicante Allecanti5- Alvara = Albaro6- Aragón = Ragún7- Aranda = Randa8- Ayala = Ayana9- Baeza = Baesal0 Bailén = Bailén11- Barreiros = Barriroch12- Benavides = Benavides13- Bermejo = Bermiyo14- Blasco = Blachco15- Boyer = Buiyer16- Bueno = Bueno17- Burguete = Berrquita18- Cabrera = Kabrera19- Candela = Kandila20- Cárdenas = Kardenach21- Carrión = Karrión22- Castillo = Kachtilio23- Chaves = Chaves24- Chulo = Chulo25- Conacho = Konacha26- Doblón = Doblón27- Federico = Federico28- Fernando = Fernando29- Flamenco = Flamenco30- Fuentes = Fuentech31- García = Garsía32- Guzmán = Kuzmán33- Hernando = Herrando34- Jaén = Yajin35- León = Lión36- Lobato = Lebbat37- Lucas = Lukach38- Madera = Madira39- Maldonado = Maldonado40- Manco = Manco41- Marchena = Marchena42- Marín = Marín43- Martín = Martin o Martil44- Marzo = Marso45- Mayo = Mayu46- Medina = Mdina47- Mendez = Mendis48- Mendoza = Mendosa49- Molina = Molina50- Montemayor = Montemaior51- Montemío = Montemío52- Montoro = Montoro53- Morales = Moralech o Morarich54- Mulato = Molato55- Murcia = Mursia56 Noche = Nodche57- Paez = Paes58- Pereda = Breda59- Pérez = Peres60- Polo = Bolo61- Ponce = Panzi o' Banzi62- Puerto = Puerto63- Ramírez = Ramires64- Ramón = Ramon65- Ramos = Remmuz66- Redondo = Redondo67- Reina = Raina68- Requena = Rcaina69- Rocas = Rocach70- Ronda = Ronda71- Roque = Rek72- Ruiz = Ruiz73- Salas = Salas74- Sendero = Chendir75- Serrano = Cherrano76- Sordo = Sordo77- Torres = Torres78- Valdivia = Bendibia79- Valenciano = Balensiano80- Valenzuela = Bensuila81- Vargas = Bargach82- Vera = Bera Junto a estas, están las demás familias tetuaníes andalusíes que no se conocen sus equivalentes entre las familias españolas, mientras que su procedencia de Al-Andalus es totalmente segura y probada en los documentos antiguos que se conservan tanto en los registros de los habices y de las antiguas mezquitas, como en las actas notariales de los archivos personales de varias familias. De este tipo citaremos como ejemplo las familias de: Agzul - Al-andalusí - Al-mandarí - Al-attar - Chaudrí - Chorbí - Cortobí - Daoud - Del-lero - El-hach - Gailan - Garnatí - Lebbadi - Mostfa - Quaisí - Ráfeí - Seffar - Tnana - Tob . . . etc.